Fuentes de Año, tan natural como real.
Todas estas especies, así como las labores agrarias tradicionales y sostenibles por no ser agresivas con estos medios naturales tan cambiantes como amenazados, constituyen un patrimonio natural y cultural que no podemos permitirnos perder, aunque la sensación generalizada, entre las gentes que vivimos en La Moraña, es que algo está cambiando y más deprisa de lo que venía siendo costumbre. Es probable que sea como consecuencia de la mecanización del campo, el cultivo en intensivo, los agroquímicos o la evolución de la cada día menor rentabilidad tanto económica como social, entre otros aspectos. Lo que es una certeza es la falta de implicación de la Junta de Castilla y León y dudo, sinceramente, que pueda repararse pues no se pone remedio, como con el patrimonio humano.
El fenómeno de la despoblación en estos pueblos y municipios no es nuevo, ya ocurrió en los años 70 y 80, pero ahora puede ser letal cuando los relevos generacionales se muestran esquivos y se hace difícil vivir, en estos rincones castellanos de siempre, con unos mínimos servicios sociales de calidad con perspectivas de futuro. Las acciones gubernamentales no enfocan adecuadamente este acuciante problema, en mi modesta opinión, y propongo como ejemplo el rico y dinamizador mundo rural en amplias comarcas de Francia, donde se convive con un modelo sostenible, transversal y eficiente.
Este fenómeno es semejante con lo que está ocurriendo en la avifauna local, se acaban los relevos generacionales y las aves, algunas de ellas migratorias estivales, no vuelven y las que son naturales del terruño van desapareciendo en busca de otras oportunidades y lugares más propicios para alimentarse y continuar los ciclos vegetativos reproductores. Ya no hay barbechos y perdidos como antes, se siega muy pronto las variedades cerealistas productivas cuando no es por las sequías prolongadas o las continuas alteraciones climatológicas de este último lustro.
Este rincón castellano, otrora repoblado de campesinado, asiste al despiadado efecto moderno de la rentabilidad a toda costa. De este modo van desapareciendo las personas, se devalúan sus patrimonios conseguidos con sudor y lágrimas, desaparecen las fuentes, las costumbres y usos tradicionales de los recursos naturales más cercanos. Desaparecen las aves esteparias, las aguas del acuífero y todo lo que conocieron muchas personas durante la última centuria; habiéndose perdido hasta el 82 por ciento de la población.
El reloj nos muestra el tiempo, un tiempo pasado que no volverá, un futuro por dilucidar bajo el estío y el hastío, sin atisbar hasta cuándo; por preguntarnos que no quede.
Víctor Coello, naturalista morañego.
Artículo publicado en "Torre del reloj" hoja Informativa y Cultural de Fuentes de Año
nº 14 / octubre de 2023