domingo, 4 de diciembre de 2016

Las Cañadas en Arévalo

Artículo publicado en "La Llanura" nº 88, septiembre 2016
Desde antiguo en España se configuró un patrimonio público, especialmente protegido, destinado al uso predominante de la ganadería ovina. El Real Concejo de la Mesta, el importante recurso económico y estratégico que representaba la lana en gran parte del Imperio y países periféricos y el control político del territorio hicieron posible esta realidad. Sin embargo, las cañadas o vías pecuarias, hoy en día, constituyen un patrimonio ciudadano que sufre desprotección, ocupaciones y roturaciones fraudulentas y en cierto modo desidia institucional por parte de las administraciones tutoras. Su definición la encontramos rápidamente en la vigente Ley 3/1995, de 23 de marzo, de vías pecuarias, donde su artículo primero dice: “Se entiende por vías pecuarias las rutas por donde discurre o ha venido discurriendo tradicionalmente el tránsito ganadero” y a continuación: “Asimismo, las vías pecuarias podrán ser destinadas a otros usos compatibles y complementarios en términos acordes con su naturaleza y sus fines, dando prioridad al tránsito ganadero y otros usos rurales, e inspirándose en el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente, al paisaje y al patrimonio natural y cultural”. El siguiente artículo, sobre la naturaleza jurídica de las vías pecuarias, escribe de manera clara y sosegada lo siguiente: “Las vías pecuarias son bienes de dominio público de las Comunidades Autónomas y, en consecuencia, inalienables, imprescriptibles e inembargables”. La Ley se entretiene en numerosos y necesarios aspectos dispositivos en los cuales no nos vamos a detener puesto que el objeto de este artículo es informar de la realidad existente hoy en día en Arévalo. Finalmente, las vías pecuarias tienen hasta tres definiciones que indican su anchura: cañada cuando la anchura no exceda de los 75 m., vereda cuando su anchura no sobrepase los 37,5 m. y cordel cuando no sea superior a 20 m.

Arévalo siempre ha sido y sigue siéndolo, un cruce activo de culturas, caminos, ecosistemas y cañadas. La leyenda de nuestros mapas geográficos refleja la existencia de varias vías pecuarias, algunas de ellas con un papel activo en el casco urbano o en las inmediaciones. La Cañada Real Leonesa Occidental, la Cañada Real Coruñesa, la Cañada Burgalesa, el Cordel de Toledo, la Vereda de la Calzada de Peñaranda son algunos de sus ejemplos. Existe, curiosamente, un espacio donde confluyen algunas cañadas y es donde se encuentra la populosa Ermita de la Virgen de La Caminanta. “Caminante no hay camino… hagamos cañada al caminar…” una de las recetas médicas cada día más recomendada. Expuesto lo anterior sobre el papel, que lo aguanta todo, nos vamos al campo y la primera realidad con la que nos encontramos es que sabemos más o menos por dónde va la cañada, más o menos atisbamos su anchura, la que no ha sido usurpada, claro, más o menos…más o menos reiteradamente y ahí nos quedaremos en la mayor parte de los tramos de las cañadas a su paso por Arévalo. Es verdad que existe un proyecto de clasificación de las cañadas pero también es verdad que es insuficiente. Es necesario que se den los siguientes pasos para que estos espacios, este patrimonio, este dominio público sea percibido como tal con total nitidez. Los pasos siguientes deberán ser el deslinde y el amojonamiento, la desafectación y cualesquiera otros actos relacionados con las mismas como bien recoge su artículo quinto: Conservación y defensa de las vías pecuarias. Pero, la Administración Autónoma aún no está por la labor y tampoco se la espera.

En la primera parte de la exposición de motivos de la ley encontramos varios párrafos de gran interés para terminar de dar cuerpo a este trabajo. Entre otros destacamos los siguientes: “también han de ser consideradas las vías pecuarias como, esenciales para la migración, la distribución geográfica y el intercambio genético de las especies silvestres”… “Finalmente, y atendiendo a una demanda social creciente, las vías pecuarias pueden constituir un instrumento favorecedor del contacto del hombre con la naturaleza y de la ordenación del entorno medioambiental”… “Todo ello convierte a la red de vías pecuarias –con sus elementos culturales anexos- en un legado histórico de interés capital, único en Europa, cuya preservación no garantiza en modo alguno la normativa vigente” (este era uno de los motivos para aprobar la Ley, en 1995).

Volvemos a nuestros terrenos y comprobamos, además, que las cañadas pueden servirnos para complementar espacios ambientales que poco a poco y no sin cierta dificultad, se van recuperando para el uso social de las gentes de Arévalo y Comarca. En paralelo con el Paseo Fluvial del río Arevalillo discurre la Cañada Real Leonesa occidental y claro, su recorrido, anchura y otros aspectos resultan dudosos. Comprobamos que no se encuentra deslindada y tampoco amojonada y ni siquiera sabemos si este patrimonio ciudadano se mantiene en su cabida o superficie original y no ha sido usurpado e invadido. Por ello este trabajo pretende ser una reflexión y a la vez una demanda. La propia dinámica de la sociedad y la evolución de los tejidos agroambientales están forzando hasta el ámbito residual la función de la cañada como espacio de tránsito o descansadero ganadero. Por el contrario, la sociedad actual demanda otros usos y otra funcionalidad para este patrimonio público y ganan peso otros conceptos como las funciones ecológicas, el ocio y esparcimiento sin olvidarnos de su función histórico-cultural.

La reflexión está servida y tenemos claro que es un patrimonio a reciclar cuyo primer paso eficaz es demandar que se revise su clasificación y se proceda a su deslinde y al amojonamiento del espacio real por donde discurre. La cañada Real Leones Occidental va jalonando las aguas del río Arevalillo en su vertiente oeste y destacan al menos tres tramos de interés en las proximidades del casco urbano de Arévalo. Uno de ellos, el que discurre entre la ermita de La Caminanta y el puente de Los Lobos, resulta prioritario para armar la propuesta que se argumentaba en el anterior artículo denominado “De Paseo a Parque Fluvial del río Arevalillo”. Es decir, la catalogación de este espacio de más de 100.000 metros cuadrados dotándole de una protección administrativa eficaz y la elaboración de un programa integral de recuperación con proyectos que recojan la confluencia entre los vecinos y la naturaleza teniendo en cuenta los valores de paisaje natural, el patrimonio cultural, las construcciones civiles, la flora y la fauna autóctonas, entre otros. Tenemos herramientas, conocimientos técnicos y recursos humanos para, desde una óptica modernista y más actualizada de los principios racionalistas de uso y conservación de los paisajes naturales urbanos, afrontar esta propuesta. Una memoria técnica y presupuestaria para 5 años es viable y el Ayuntamiento debe poner todo su empeño. ¿Lo hará? En breve iremos viendo los distintos posicionamientos de los actores que pueden y tienen que opinar sobre lo expuesto.
Víctor A. Coello Cámara, en representación de “Galérida Ornitólogos, Grupo de Estudios Ambientales de La Moraña y Tierra de Arévalo