miércoles, 22 de abril de 2009

PAISAJES en la UNIVERSIDAD

YA ES PRIMAVERA EN LA MORAÑA
Después del largo y triste invierno en el que todo se paraliza y la tristeza se apodera de la vida, casi sin darnos cuenta, el preludio de los almendros en flor, que corren para ser los primeros en florecer cuando, aún no tienen hojas, nos avisan de que la primavera ha llegado.
Es la estación de la fuerza. Los pastos recobran el verdor perdido hace meses, las hojas vuelven a asomar de entre las esqueléticas siluetas de los árboles, los mamíferos despiertan de su letargo y muchas aves vuelven para unirse a los que aguantaron los rigores del gélido invierno.

La Moraña no queda al margen de este extraordinario fenómeno y alardea de un frescor más propio de las montañas del norte, que resistirá al seco amarillo del estío. El canto de los carboneros se fusiona con el silbido de la oropéndola, el relincho del pito real, el tamborileo del picapinos y el repetitivo reclamo de cucos y abubillas.
De nuevo se palpa Moraña por todos sus rincones. Los sentidos vuelven a estar al acecho en cualquier sitio, ansiosos por recibir a las oscuras golondrinas y los alborotadores vencejos que acompañan a la cigüeña que, ya, incuba sus huevos en lo alto del campanario.
Hasta los infinitos campos de cereal retoman el aliento perdido, perplejos ante la silueta proyectada del aguilucho cenizo o la impresionante bola de plumas blancas en la que se transforma la avutarda durante sus cortejos nupciales.
Maravillas que nos brinda La Moraña en primavera.
David Sánchez Sáez
fotos: V. Coello