Merece la pena recorrer nuestra historia invirtiendo el proceso de la evolución mental y tecnológica que hoy en día vamos adquiriendo para intentar comprender y saber que sendas recorrimos y que autopistas del conocimiento estamos construyendo a cambio de alterar un mundo tan sensible como es el Medio Natural.
Hace unos 4500 años el pequeño grupo humano que vivía en la loma de El Tomillar no podía ni imaginar que tanto tiempo después fueran a ser los protagonistas de este pequeño escrito sobre ellos y, antes que ahora, de un libro contando cómo enterraban a sus muertos. Y ni mucho menos podían pensar que este arqueólogo que lo escribe pasara tantas horas desenterrando cuidadosamente sus desechos, muchas veces muerto de frío, como mi buen amigo Fidel Rodríguez sabe muy bien. Porque en realidad lo que aquellas gentes dejaron, lo que estudiamos, eran los desechos de sus comidas, de sus cacharros de barro rotos a lo largo del tiempo, las herramientas que dejaban por inservibles o los muertos que enterraban. Tampoco podían suponer que pasáramos tantas horas intentando, después, reconstruir sus hábitos de vida, dibujando y catalogando cada uno de sus artefactos para saber cual era su nivel tecnológico o cuales eran sus rituales cada vez que se les moría alguien. Impensable hubiera sido para ellos suponer que en Miami, nada menos, a través de complicados análisis averiguaran el tiempo que hace que vivieron en El Tomillar y sólo a base de analizar un puñado de los restos orgánicos que desechaban.
Tampoco podían ni soñar que en la Universidad de Madrid y en la de San Sebastián les fueran a mirar hueso por hueso a los que se hicieron enterrar allí para saber su edad al morir, el sexo de cada uno, las enfermedades o las bases de su alimentación analizando la composición de, por ejemplo, un molar de cada uno de los cadáveres encontrados. O que en Barcelona por medio de unas muestras de tierra nos hicieran saber el paisaje que veían cada día, los árboles que había en el entorno y el clima que tenían. E incluso que en la Universidad de Granada fueran a estudiar concienzudamente los huesos de los animales que comían y dejaban luego abandonados con despreocupación.... Ellos, que se sentirían gente absolutamente anónima, son tanto tiempo después protagonistas. Si de alguna manera pudieran ver ahora cuanto nos interesa lo que hicieron, se emocionarían. Sobre todo porque a la gente de vida sencilla les emociona sentirse importantes alguna vez. Texto completo...... (+info) (+info) (+info)
Hace 4.600 Años, en El Tomillar (BERCIAL DE ZAPARDIEL Ávila)
J. Francisco Fabián García
Foto: V. Coello /GALÉRIDAinfORNITÓLOGOS