Familia Leguminosae (ver)
El nombre latino del género, Genista, parece ser que lo daban los romanos al esparto (Stipa tenacissima) y otras leguminosas parecidas, utilizadas por sus ramas flexibles para hacer ataduras. Fue adoptado finalmente por Linneo para este grupo de plantas a pesar de no ser las más representativas entre las que se denominaron así. El género comprende nada menos que 33 especies españolas, de las que muchas no alcanzan el porte arbustivo. La mayoría de las genistas, salvo las empleadas como tintoriales, no tienen mayor utilidad que servir de leña para el fuego o para fabricar escobas con sus ramas, en lo que son, desde luego, únicas
El nombre científico de la aulaga o aliaga deriva del sustantivo latino scorpius, escorpión, probablemente recordando los dolorosos pinchazos que producen sus espinas. Mirando sus espinas es lógico que Linneo le añadiera el sustantivo scorpius, cuando describió esta especie como Spartium scorpius.
Planta del Mediterráneo occidental, que se distribuye por el sur de Francia, Península Ibérica y puntualmente en el norte de África (contadas localidades de Marruecos).
En nuestro Territorio Natural de la Universidad de la Tierra de Arévalo es la genista más abundante en los matorrales de sustitución de encinares sobre suelos secos y con cal y en ocasiones también en suelos silíceos poco ácidos como rodenos y tierras rubiales.
La aulaga o aliaga (ver) es fanerófito –yemas de renuevo a más de 50cm, por encima del sustrato (árboles y arbustos), por lo tanto le definimos como un arbusto derecho, espinoso de hasta 2m de altura, muy ramificado y provisto de fuertes espinas laterales, axilares, en disposición alterna, muy punzantes, que en la parte superior son sencillas y en las ramas inferiores se dividen en dos, tres o más brazos. Hojas escasas, simples, alternas, lampiñas por el haz y sedosas en su cara inferior. Flores germinadas o en hacecillos de 3 o más –raramente solitarias- al extremo de pequeños brotecillos laterales o sobre las espinas, con rabillos generalmente tan largos o más que el cáliz; se producen en gran número y forman en conjunto una especie de panícula espinosa. Fruto en legumbre alargada, lampiña, fuertemente comprimida, de 15 a 40 mm, glabra, con el ápice curvado hacia arriba, con 2 a 7 semillas orbicular-reniformes y parduzcas que se marcan por un engrosamiento al exterior.
En nuestro Territorio Natural de la Universidad de la Tierra de Arévalo es la genista más abundante en los matorrales de sustitución de encinares sobre suelos secos y con cal y en ocasiones también en suelos silíceos poco ácidos como rodenos y tierras rubiales.
La aulaga o aliaga (ver) es fanerófito –yemas de renuevo a más de 50cm, por encima del sustrato (árboles y arbustos), por lo tanto le definimos como un arbusto derecho, espinoso de hasta 2m de altura, muy ramificado y provisto de fuertes espinas laterales, axilares, en disposición alterna, muy punzantes, que en la parte superior son sencillas y en las ramas inferiores se dividen en dos, tres o más brazos. Hojas escasas, simples, alternas, lampiñas por el haz y sedosas en su cara inferior. Flores germinadas o en hacecillos de 3 o más –raramente solitarias- al extremo de pequeños brotecillos laterales o sobre las espinas, con rabillos generalmente tan largos o más que el cáliz; se producen en gran número y forman en conjunto una especie de panícula espinosa. Fruto en legumbre alargada, lampiña, fuertemente comprimida, de 15 a 40 mm, glabra, con el ápice curvado hacia arriba, con 2 a 7 semillas orbicular-reniformes y parduzcas que se marcan por un engrosamiento al exterior.
Florece desde primavera a julio según la localidad y el año meteorológico. La floración de la aliaga es muy explosiva, a finales de mayo los matorrales se tiñen de amarillo, coincidiendo con el comienzo de la máxima actividad de los insectos, pasados ya los días fríos, habituales y muy continuos desde el principio del año: las aliagas en flor son signo inequívoco de la llegada del buen tiempo.
Las flores sirvieron antiguamente en Salamanca, puestas a fermentar en azúcar, para tratar de restablecer las fuerzas después de las enfermedades. Según Cienfuegos, estas mismas flores, secas y pulverizadas, se empleaban en Aragón y La Alcarria para tratar las obstrucciones u opilaciones y junto con la gualda (Reseda luteola) eran usadas para colorear de amarillo los paños de lana, existiendo al parecer la creencia de que después de esta tinción no eran atacados por la polilla.
Más de uno hemos sufrido los pinchazos de esta planta, lo cual hace que no sea del agrado de muchos pero también tiene su función ecológica. Foto: V. Coello / GALÉRIDA ORNITÓLOGOS
Las flores sirvieron antiguamente en Salamanca, puestas a fermentar en azúcar, para tratar de restablecer las fuerzas después de las enfermedades. Según Cienfuegos, estas mismas flores, secas y pulverizadas, se empleaban en Aragón y La Alcarria para tratar las obstrucciones u opilaciones y junto con la gualda (Reseda luteola) eran usadas para colorear de amarillo los paños de lana, existiendo al parecer la creencia de que después de esta tinción no eran atacados por la polilla.
Más de uno hemos sufrido los pinchazos de esta planta, lo cual hace que no sea del agrado de muchos pero también tiene su función ecológica. Foto: V. Coello / GALÉRIDA ORNITÓLOGOS