Tiene su inicio al pie de la Ermita de La Caminanta, donde se encuentra un cartel que describe la senda, regresando al mismo punto, por su carácter circular. Está diseñada para poder efectuar variaciones en cuanto al kilometraje, es decir, podríamos recorrer aproximadamente variables en torno a los 5,4 km, los 11,1 km o los 14,1 km totales, recorriéndola en toda su longitud.
Ahora que comienzan las gramíneas a emerger y que poco a poco el carácter del invierno riguroso va retrocediendo, dando paso a jornadas más soleadas, puede ser un buen momento para disfrutar de esta senda. En su trayecto observamos Arévalo, su ciudad monumental y Mudéjar, perfilada y jalonada por el río Arevalillo, tornándose las luces en función de que la opción sea mañanera o vespertina. Pronto los aláudidos iniciarán sus cantos e incluso podremos observar el majestuoso y lento volar de la avutarda en lontanaza y las cigüeñas blancas de una colonia cercana que cada día se hace más numerosa.
Amplias superficies de tierra llana labrantía se extienden por el municipio. La intensa deforestación a que se ha sometido la zona y el uso del suelo en la agricultura ha generado un ecosistema característico, la llanura cerealista. La Senda de la Fuente de los Lobos permite recorrer parte de esta inmensa planicie disfrutando del camino y observando algunas de las aves más singulares y amenazadas de Europa, las aves esteparias. La apariencia monótona con la que se disfraza la llanura cerealista esconde uno de los ecosistemas más sorprendentes de las tierras castellanas. La agricultura de secano, que durante años se ha desarrollado en sus suelos, ha contribuido a generar un interesante ecosistema con una gran variedad de aves y mamíferos que encuentran, en los cultivos abandonados y en las lindes de los caminos y parcelas, abundante alimento y excelentes refugios. Además de cereal se cultiva maiz, girasol, patatas, hortalizas y alfalfa entre otros. Entre los cultivos las aves esteparias se mimetizan confundiéndose con la arena y la hierba seca. Podremos observar sisones, gangas ortegas, alcaravanes, perdices rojas, calandrias, terreras comunes, bisbitas campestres, cogujadas comunes y montesinas, con suerte estas últimas, entre otras. Aunque no existe ninguna población estable de avutarda en la zona, es fácil distinguir algunos ejemplares aislados o en pequeños grupos que buscan alimento en estos campos. Para disfrutar de los secretos de esta tierra suave y ondulada debemos acompañarnos de prismáticos y la mirada atenta.