martes, 12 de mayo de 2009

FAUNA DE LA UNIVERSIDAD

AGUILUCHO CENIZO -Circus pygargus-
Familia Accipitridae (ver)

El pasado domingo, 10 de mayo, se celebraba el Día Mundial de las Aves Migratorias.
La Península Ibérica es una de las zonas de paso más frecuentada por este tipo de aves, constituyéndose en paso obligado para las que cambian de latitud, para evadirse de los rigores climáticos, como consecuencia de las bajas temperaturas y la carencia de alimento y para las que se evaden huyendo de las altas temperaturas y las carencias tróficas. En sus desplazamientos pueden usar la banda litoral, tanto atlántica como mediterránea, existiendo interesantes enclaves para su permanencia más o menos temporal. Otras especies utilizan el centro peninsular como paso o albergue pudiéndonos encontrar, también, con interesantísimos enclaves. La Universidad de la Tierra de Arévalo, englobada en lo que se ha dado a conocer como las Campiñas al sur del río Duero, y en la ZEPA así denominada (ver), es una de estas zonas, contando con el privilegio de poder observar a lo largo de todo el año un numeroso elenco de aves y pájaros que sin duda nos proporcionan disfrute, conocimiento y el deseo de trabajar por su conservación. Las extensas Llanuras Cerealistas, tanto al norte como al sur del Duero, se convierten en verdaderos albergues faunísticos y para sumarnos a esta celebración os presentamos a una de las especies esteparias que año tras año nos visita y que no se encuentra exenta de graves riesgos.
Primer plano de un macho de aguilucho. (escuchar sonido) 1
46 cm. El macho de aguilucho cenizo (ver) presenta un plumaje gris ceniza con la punta de las alas negras, mientras que la hembra y los jóvenes tienen una coloración pardo-rojiza. Es fácil confundirlo con el aguilucho pálido si bien el cenizo se diferencia por su aspecto más oscuro, ausencia de obispillo blanco y presencia de bandas negras en las alas. Las hembras y jóvenes de ambas especies son muy parecidos, aunque con el obispillo blanco algo menos extendido y las alas más estrechas en el cenizo. Es estival nidificante, época en la que puede convivir con el aguilucho pálido al encontrarse este de manera estable durante todo el año, y migrante común.
Hembra de cenizo seguida por un macho y obsérvese la diferencia de tamaño. 2
Podemos encontrarle en todos los términos municipales y su estampa no pasa desapercibida por la costumbre de realizar vuelos muy pegados al suelo en busca de sus capturas, asemejándose a una cometa, planeando con una destreza limpia y elegante. Aparece por estos Territorios Naturales de cría, con la llegada anterior de los machos, entre los meses de marzo y abril, para regresar a sus cuarteles de invernada en África a finales de agosto o principios de septiembre. Como buena y singular rapaz esteparia utiliza los campos de cereal para instalar sus nidos directamente sobre el suelo y desarrollar sus vuelos de caza. La puesta consta de tres a cinco huevos que la hembra incuba durante 28-30 días. Se cree que regresa a los mismos campos de crianza todos los años constituyéndose, en ocasiones, como pequeñas colonias. El vuelo lento y pausado a ras del cereal y de las cunetas de caminos y carreteras, le permite sorprender a sus presas, generalmente topillos, pequeños roedores, insectos y pequeñas aves o pajarillos.
El territorio de caza suele ser amplio estimándose sobre superficies de hasta 10 km cuadrados. Una vez nacidos los nuevos aguiluchos se pueden reunir formando familias sobre determinadas zonas para aprovechar la abundancia de saltamontes, principalmente, que les proporciona proteína para fortalecer y favorecer el crecimiento de los nuevos pollos y preparar el regreso a los cuarteles africanos.
Franja blanca, conocida como obispillo, en una hembra en vuelo. 3
Comentábamos al inicio que no estaban exentos de peligro los aguiluchos y el mayor riesgo, en ocasiones de muerte, que corren es perecer bajo las cuchillas de las cosechadoras. Este hecho, debido al adelantamiento de la temporada de siega por las variedades de cereales que se cultivan en la actualidad, está produciendo un progresivo envejecimiento de las parejas reproductoras, renovándose con dificultad el contingente de esta especie. Factor añadido a la poca fidelidad que tienen con sus territorios de nacimiento al alejarse para emprender sus propias vivencias y encontrar pareja para volver a culminar el ciclo biológico de la reproducción. Y no son estos los únicos problemas que se encuentran, sino que un mayor y extendido uso de pesticidas y la proliferación de regadíos deberían obligar a tomar medidas más que urgentes para solventar esta delicada situación y mantener una aceptable presencia de aguiluchos, quienes colaboran de manera desinteresada en mantener el equilibrio biológico del agro morañego. Existen campañas específicas, a cargo de entidades sociales de voluntarios, en algunas zonas peninsulares (ver) pero no por parte de la administración Autonómica que año tras año mira para otro lado y hace poco por concienciar a los agricultores para que procuren tener en cuenta las épocas de cría, los emplazamientos de nidos y salvar así el futuro del agulilucho cenizo, este accipitrido que nos gusta observar sobre todo en las primeras horas matinales y en esos maravillosos atardeceres que nos proporciona la gran bóveda celeste sobre estas campiñas cerealistas, cercanas a nuestro pueblo y a nuestro corazón.
Galérida Ornitólogos.
Fotografías: 1 de David García / 2 y 3 de V. Coello