detalle del enmarañado entre hojas y frutos.
De todos es conocido que el nombre del rosal, Rosa, nos lo legaron los romanos, sobre todo los que estudiaron latín y lo tuvieron que recitar como ejemplo de la 1ª declinación; a su vez este nombre procede del griego rhodon: rosa. Rosa canina, es decir, rosa de perro, es la transcripción latina del nombre griego del rosal silvestre: Kynorhodon, según algunos, nombre despectivo y según otros, dado en recuerdo de que sus aguijones se asemejan a los colmillos de este animal; o porque se uso contra la rabia.
El fruto, llamado escaramujo o tapaculo, está formado por el receptáculo que se torna carnoso y toma un color rojo y una forma aovada; su interior contiene numerosos huesecillos -los verdaderos frutos en núcula- y está tapizado de pelillos irritantes; recibe en botánica el nombre de cinorrodon (de Kynorhodon, su nombre griego).
Permanecen en la mata hasta que sirven de alimento invernal a numerosos animales que actúan como dispersadores de sus semillas, especialmente mamíferos carnívoros como los zorros y garduñas. Entre las aves destacan con diferencia los mirlos y zorzales; seguidos de las palomas torcaces y en menor medida por petirrojos y currucas capirotadas. Las semillas son buscadas por los verderones que las consumen tras romper el fruto a picotazos. El ratón de campo corta los frutos y lo transporta a sus despensas para comer sus semillas.
Los escaramujos gozan de propiedades astringentes y se han usado, lo mismo que la raiz, en cocimiento, para cortar las diarreas; más interesante es su riqueza en vitaminas carotenoides (provitamina A), vitamina P y sobre todo vitamina C, por lo que se consideran tradicionalmente como un excelente antiescorbútico. Se comen crudos, quitándoles previamente los huesecillos y pelos que contienen, los primeros algo tóxicos, los segundos irritantes; también se fabrica con ellos mermeladas o preparados farmaceúticos como extractos fluidos o tinturas.
fotografía: V. Coello